El pequeño país sobreviviente
El Palacio de López en Asunción. |
Siempre
tuve el interés de conocer este pequeño país de Sudamérica, la tierra de Roa Bastos, del Pájaro Choui, de los Solano López, de Saturnino Cardozo y de Jose Luis Chilavert. Su historia me
parece de lo más conmovedora, llena de dictaduras y conflictos bélicos, fue la
primera nación progresista de América Latina y como consecuencia de ello fue
arrasada durante la Guerra de la Triple Alianza por Brasil, Argentina y el
Uruguay instigados por Inglaterra. Es un país oficialmente bilingüe (la mayor
parte de sus casi 8 millones de habitantes hablan tanto el Guaraní como el
castellano).
De Puerto
Iguazú (Argentina) tomamos un bus que nos llevó a la Ciudad del Este (Paraguay)
pasando por territorio de Foz de Iguaçu (Brasil). El bus era pequeño y atestado
de gente, que iba en su mayoría para hacer compras al Paraguay (a quien se
acusa de ser el reino del contrabando en Sudamérica), paró en la aduana de
Argentina, pero no en la brasileña ni en la paraguaya y nos llevó directo a la
estación de autobuses de la ciudad del este, donde el cajero no quería
dispensarnos moneda paraguaya.
Teníamos
muy pocos guaraníes y teníamos dos opciones; ir hasta Encarnación y visitar las
Misiones Jesuíticas o irnos directo a Asunción. Al final del cálculo nos
decidimos ir hasta la capital y rogar por encontrar un banco que pudiera
aceptar nuestra tarjeta. Regateamos los pasajes y nos embarcamos en un viaje
que tardó 8 horas en cubrir la distancia de 324km entre estas dos ciudades.
Llegamos a Asunción de noche, y me di cuenta que la ciudad se extendía por barrios y más barrios bajos que parecían no terminar nunca en la húmeda noche paraguaya. Al final llegamos a la terminal y encontramos el dichoso cajero de Banco Continental (una especie de filial del BBVA) que además expende dólares. Así pudimos salir y rentar una habitación de hotel justo enfrente de la terminal. Un hotel con decoración pasada de moda, que evidentemente había tenido tiempos mejores.
Llegamos a Asunción de noche, y me di cuenta que la ciudad se extendía por barrios y más barrios bajos que parecían no terminar nunca en la húmeda noche paraguaya. Al final llegamos a la terminal y encontramos el dichoso cajero de Banco Continental (una especie de filial del BBVA) que además expende dólares. Así pudimos salir y rentar una habitación de hotel justo enfrente de la terminal. Un hotel con decoración pasada de moda, que evidentemente había tenido tiempos mejores.
Al día
siguiente salimos a conocer la ciudad, tomamos el colectivo y nos fuimos al
centro histórico que está bastante lejos de la terminal de autobús. Hay mucho
para ver, Asunción parece atrapada en el tiempo, su arquitectura, su
infraestructura indican que el renuevo no es lo de acá. Me paro en un callejón
a comprar una torta que un Sr prepara mientras escucha en la radio a José Luis
Perales, me hizo volar a la infancia. Fuimos a la Plaza Uruguaya, y a la
Estación vieja del tren (Paraguay fue el primer país en América Latina que tuvo
tren), luego caminamos por el centro hasta el Mercadito de la calle
Hernandarías, pasando por la Plaza de los Héroes.
Ahí
estábamos cuando se vino encima una lluvia torrencial que desde temprano
amenazaba. Ya la lluvia no nos dejó visitar mucho, pero alcanzamos a ir al
Museo Nacional de Bellas Artes en su recién inaugurada sede, es un museo
modesto creado a partir de una colección privada, nos atendió un señor muy
amable que vino a comprobarnos de nuevo que lo mejor de cada país es su gente.
Estuve a punto de verme con una conocida de facebook pero nos falló el timing y
no pudimos encontrarnos.
En la noche
tomamos un autobús que conecta con Santa Cruz de la Sierra (Bolivia). Cuando
llego a preguntarle al tipo de la taquilla - ¿Cuál es el mejor autobús? – Se rió
y me dijo aún con la sonrisa, todos son malos, porque la carretera es malísima
y la empresa no se arriesga a meter autobuses buenos.
De Asunción a Santa Cruz
Como a las
9:00pm abordamos un autobús destartalado, con un baño que no funcionaba y al
salir ya olía a orines, en la bodega las maletas y enormes paquetes de
mercaderías apenas caben. Comenzamos a andar de noche y a eso de las 3:00am,
paramos en la aduana de Mariscal Estigarribia, la cual no está en la frontera
sino a 247km de esta. Mariscal Estigarribia (llamada así en honor al Héroe
Paraguayo de la Guerra del Chaco) es un poblado de unas cuantas casuchas,
calles polvorientas y con alguno que otro arbusto espinoso. Nos revisaron los
pasaportes a todos, casi todo mundo boliviano y paraguayo a excepción de 3 chavales
argentinos y nosotros mexicanos. Nosotros fuimos los últimos en pasar, a
propósito desde luego.
El oficial
de aduana, nos dijo que no teníamos sello de entrada y que eso implicaba una
multa de 52dls por persona (208dls en total) o teníamos la opción de regresar a
puerto Iguazú y pedir que nos sellaran de entrada. Le explicamos que el del
autobús no paró, que esto que lo otro, pero nada sirvió… …el autobús de vuelta a Asunción
pasaría aproximadamente a las 11pm. Hicimos cálculos y vimos que era mucho más
caro ir a puerto Iguazú y volver, al final decidimos negociar y le dimos solo
100dls. Nos selló el pasaporte y se comportó como si nos hubiera hecho un
favor, sabemos bien que ese dinero no paró en las arcas del estado Paraguayo.
Seguimos
andando por una carretera llena de cráteres y amaneció en el Chaco, escenario
de una sangrienta guerra fratricida, el paisaje es sobrecogedor y pensar que
algunos pueblos indígenas aún deambulan por estas yermas tierras.
En la aduana de Villazón (Bolivia) el militar se quiso comportar un poco suspicaz al principio y amenazó con no sellarnos (por ser mexicanos), pero acabó haciéndolo sin muchos aspavientos. Cambiamos algunos dólares por pesos bolivianos y seguimos en el autobús, ya por la tarde uno de los choferes (un hombre bastante mayor y delgado) se enfermó y tuvimos que parar en un pueblito boliviano (cuyo nombre nunca supe) y al final se lo llevó una ambulancia a otro lugar y nosotros seguimos nuestra marcha.
En la aduana de Villazón (Bolivia) el militar se quiso comportar un poco suspicaz al principio y amenazó con no sellarnos (por ser mexicanos), pero acabó haciéndolo sin muchos aspavientos. Cambiamos algunos dólares por pesos bolivianos y seguimos en el autobús, ya por la tarde uno de los choferes (un hombre bastante mayor y delgado) se enfermó y tuvimos que parar en un pueblito boliviano (cuyo nombre nunca supe) y al final se lo llevó una ambulancia a otro lugar y nosotros seguimos nuestra marcha.
Una mujer
boliviana que iba sentada cerca de nosotros nos iba contando historias de su
vida y como ella viajaba con cierta constancia al Paraguay a traer mercaderías,
nos insistía en que debíamos llegar temprano para alcanzar el último bus a
Cochabamba. Cuando llegamos, ella corrió a alcanzar el bus, pero como estaba
atestado arriba, se metió en la bodega y nos invitaba a meternos, desde luego
que no aceptamos.
Hotel frente a la central de autobuses |
Lomitos |
Las tres gracias en la plaza de Uruguay |
El hijo del colonizador vino a ver... ...y todavía le hacen una placa... |
Movimientos Marxistas del Paraguay |
Al fondo el rio Paraguay |
El amable recepcionista del Museo Nacional de Bellas Artes |
Museo Nacional de Bellas Artes |
Estigarribia de Noche |
Carreteras del Chaco |
Aduana de Bolivia |
Pueblito donde se atendió el Chofer |
Y se nos hizo de noche esperando la ambulancia |