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viernes, 9 de septiembre de 2016

Entrando a Colombia, de Ipiales a Cali

Santuario de la Virgen de Lajas
Llegar a Colombia me generaba una gran expectativa, por un lado tenía las narrativas de otros viajeros que ya habían pasado por allí, hablaban del cariño de los colombianos, la belleza de sus mujeres, su ritmo, su fiesta. Por otro lado estaba el conocimiento de la enorme injerencia norteamericana en la política local, los añejos conflictos armados, el negocio de la droga y sus efectos en la población. La tierra de García Márquez, de Eliecer Gaytán, de la cumbia y el vallenato, uno de los países más biodiversos del planeta, el mejor café del mundo. Por otro lado veníamos con una desventaja, nuestro dinero se estaba acabando y si no lográbamos un buen ingreso en las calles, tendríamos muy poco margen de acción.

Esa mañana un poco fría y lluviosa cruzamos el puente entre Ecuador y Colombia, enseguida entrar a la aduana de la cual no tuvimos ningún problema en sellar el pasaporte, luego cambiar algunos dólares por pesos colombianos. Estábamos en el Departamento de Nariño, y hubo que tomar un taxi hacia el centro de Ipiales. Fuimos a la terminal de autobuses, dejamos el pesado equipaje y pasamos a almorzar algo local, huevos fritos con arroz y patacones (que son una especie de plátanos amasados y cocinados) acompañados inevitablemente de un café colombiano. Enseguida buscamos las minivan que nos llevarían al poblado de Lajas, que es famoso por el santuario que lleva el mismo nombre. Para llegar ahí debimos cruzar la otra mitad de Ipiales y luego ir por una carretera que serpentea entre las montañas andinas, mostrando en cada curva verdes paisajes cuadriculados por las parcelas, rodeados de fragmentos de bosque, algunas lloviznas a lo lejos pintaban pequeños arcoíris en el cielo.
La minivan nos bajó en una especie de aparcadero desde donde se apreciaban ya los puestos de venta de artesanías y toda esa parafernalia que hay en los lugares turísticos. Comenzamos a bajar por una calle adoquinada, el paisaje continuaba mostrando fragmentos de bosque de niebla, mezclado con urbanización y campos de cultivo, mientras caminamos observamos un macho de Colibrí thalassinus que cantaba y zumbaba reclamando su territorio ante los intentos de invasión de otros colibríes, también algunos tordos y gorriones adornaban el camino.

De pronto de empieza a ver el Santuario de Nuestra Señora del Rosario de las Lajas, que se yergue con gigantescos arcos sobre el río Guaitára, que con su rostro neogótico en gris y blanco contrasta con el verde fondo de las montañas. En cuanto nos comenzamos a acercar se hacen evidentes las placas en los muros donde los creyentes piden favores o hacen agradecimientos.
Dentro del área, hay una especie de descansaderos que la gente utiliza como parque recreativo, también hay restaurantes, uno puede simplemente quedarse a contemplar el edificio y las golondrinas y papamoscas que hacen piruetas sobre el río. La relajación era tal que terminé durmiendo un rato al arrullo del río.

Después de gastar la mayor parte del día tuvimos que volvimos a la terminal, donde tomaríamos el bus que nos llevaría a Cali.

CALI

Sobreviviente de la Plaza Cayzedo de Cali


Después de viajar toda la noche, llegamos a la terminal de Cali muy tempranito. Es invierno así que no hace tanto calor. Decidimos guardar las maletas en la terminal y salir a explorar la ciudad, esta que es la tercera más grande de Colombia. Se ubica al sur en el denominado Valle del Cauca, departamento del cual es capital. Su nombre se pierde entre distintas voces indígenas, y los historiadores no se ponen de acuerdo. Su altitud de alrededor de 1000 metros sobre el nivel del mar, hace que tenga un clima agradable. Lo que no es nada agradable es el caótico bullicio del tráfico de la ciudad, como pudimos agarramos un transporte que era una especie de Pick-up con toldo, que iba subiendo y bajando gente a discreción, algunos de ellos gente bastante mayor. Al centro, le dijimos al Chofer, quien traía un niño como ayudante y nos servía de interlocutor - ¿a que parte del centro? -
- Yo no sé, a la parte más central de la ciudad – después de un largo trayecto nos dejó en una zona comercial muy típica de la América latina, bulliciosa, abundante en puestos callejeros, basura en la acera, negocios que venden baratijas chinas, ropa de imitación y los infaltables puestos de comida.

Caminando llegamos a la plaza de Cayzedo, que entiendo es una de las más antiguas de la ciudad, rodeada de edificios muy antiguos combinados con otros de los años 30 o 40, algunos edificios bancarios y un periódico. Esta primera parada nos regaló una de las impresiones más fuertes de Colombia, primero nos recibió un fuerte olor a excretas humanas, y justo cuando estaba a punto de lavarme las manos en una de las fuentes, un hombre que ahí estaba me advirtió – no lo haga amigo, todos los que viven en la plaza, vienen y se lavan las manos también aquí, y aquí se bañan – Me detuve de pronto y giré mi mirada en todas direcciones y ahí los vi, una cantidad enorme de gente sin techo ocupando todos los espacios de la plaza, como en todas las plazas del mundo, enfrente está la “Catedral Metropolitana”.

Andando un poco caminamos hacia el Rio Cali, que es más bien un arroyo, eso sí, bien arbolado y donde hay un parque que lleva el nombre del famoso escritor Jorge Isaacs. Antes de llegar al río, nos encontramos con “La Ermita” una iglesia vistosa de carácter gótico que está en el “Parque de los Poetas” cuyo nombre es más romántico que la realidad. Seguimos por la margen del rio (Avenida 1 Norte), como era un día feriado había poca gente en las calles, podíamos observar aves y algún que otro corredor matinal. Nos topamos con el famoso “Gato del rio o Gato de Tejada” una escultura, acompañada de un hermoso gato real.

Fuimos al museo del oro, el cual estaba cerrado al igual que el teatro Buenaventura así como el Centro Cultural están todos en contraesquina. En vista del éxito no obtenido seguimos rumbo al museo arqueológico de la Merced, al cual por causas económicas decidimos no entrar.
Por momentos la lluvia se dejaba sentir en forma de chubascos leves, así nos fue mojándonos a pedazos que llegamos al museo de arte contemporáneo de la ciudad, entramos y vimos algo de lo que tenían. Nos detuvimos a tomar algo de comer, llevábamos los enlatados de emergencia. Descansamos un rato y seguimos por toda la avenida hasta llegar al zoológico, al que por supuesto no entramos porque nos pareció carísimo. Bien ahora estábamos algo lejos del centro y aún más lejos de la terminal, así que la misión era encontrar un transporte que nos llevara hasta esta última, donde las maletas nos esperaban impacientes. Fue una odisea de casi una hora, ver pasar las pick-ups atiborradas de gente pasar y pasar sin detenerse a levantarnos, cuando por fin una se detuvo, esta iba tan llena, que teníamos que ir parados dentro y agachados contra el techo, por el inevitable roce dos tipos casi se agarran a golpes. Después del largo y tortuoso trayecto llegamos a la estación de autobuses.


La terminal era un desfile de las increíbles mujeres colombianas, de esa mezcla afro-indígena-europea, que resulta en cuerpos voluptuosos, coronados con el cadencioso andar, todo un deleite a los ojos (a los míos). Después de discutirlo un rato decidimos que no valía la pena quedarnos en Cali, principalmente porque no traíamos suficiente plata ya, nos encontrábamos al final del viaje y la ciudad tampoco parecía muy acogedora, siempre se es muy distinto cuando no se conoce a nadie en la ciudad. Así que tomamos el siguiente autobús a Bogotá.

Pasando de Ecuador a Colombia

Rios que divide Loja de Ipiales

Camino al Santuario de Lajas

Agradecimientos y mandas



Santuario de lajas






Santuario de Lajas



Mosquerito negro (Sayornis nigricans)







Plaza Cayzedo, Cali




Los dos gatos




Teatro de la Ciudad de Cali



Crotophaga en el rio Cali

Ibis de cara roja en el rio Cali


Lacértido bicolor (Gonadotes albogularis)

(Gonadotes albogularis)

Paseantes de Cali

Gabo en la Terminal de Cali