Uyuni es un
poblado que está al suroeste de Bolivia, y en sus alrededores alberga algunos
de los paisajes más impresionantes que el que acá escribe ha tenido oportunidad
de contemplar. Se ubica a poco más de 3 horas (en vehículo)
de la ciudad del Potosí y el autobús cuesta algo así como $30 bol. Si se viaja
durante la tardecilla (por ahí de as 2:00pm) se puede ver un paisaje delicioso,
que personalmente me recuerda al altiplano mexicano, zona semidesértica con
matorrales xerófitos y cactos columnares, casitas de piedra por acá y por allá,
pastores en los lomeríos que en vez de cabras cuidan llamas.
Llegamos a
Uyuni y buscamos un lugar para quedarnos, hay opciones variadas, pero casi todo
está ocupado por la temporada alta, al final nos quedamos en un cuartucho que
nos cobró $ 200 bol por los 4, afortunadamente tenía agua caliente y pudimos
cocinar con la parrillita eléctrica.
Esa misma
tarde buscamos un taxista que nos llevara al cementerio de trenes, es que verlo
por la tarde es toda una experiencia. Llegamos justo cuando el sol comenzaba a
`ponerse, el cielo amarillento hacía juego con los fierros enrojecidos por el
óxido. No había nadie más así que tuvimos el set para nosotros solos.
Al día
siguiente contratamos un tour para 3 días, $750 bol / persona. (Supuestamente
de oferta), en el jeep nos metimos siete personas. Iniciamos con un viaje
a… …el cementerio de trenes, ahora nos
tocó verlo de día, no es la misma cosa. Luego de eso fuimos al salar, como esta
temporada es de lluvias, parte del salar se inunda y tuvimos que entrar por una
parte más alejada, lo que implicaba perderse la isla del pez, sus cardones y su
Patagona gigas. Primera parada en un puesterío de artesanías de sal, luego al
salar, por primera vez lo veré lleno de agua. El guía nos prepara la comida en
el hotel de sal, luego de un rato al fin nos dirigimos al salar. Con una capa
de agua el salar se convierte en un espejo gigantesco que borra la línea del
horizonte e invierte los vértices, dejando las nubes en el suelo y las rocas en
el cielo, una imagen surreal que se presta para soltarle rienda a la
imaginación y jugar con la cámara, a muchos les da por jugar con la
perspectiva, saltar, devorarse unos a otros y otros simplemente acuden a
despojarse de las ropas y exhibir su desnudez al desierto (y a los demás
turistas).
En el coche
ibamos Jean Philippe, Nick y Amán, además de nosotros, y a mí me tocó al final,
lo que significó un tortuoso camino hasta el campamento. En la noche y a casi
4mil metros de altitud, presenciamos una hermosa luna llena que era quizá la
más grande que yo haya visto hasta ahora. Llegamos al hostal. Un cuarto de
adobe, afuera un cielo más que estrellado y el viento que dobla entre las
paredes golpeando puertas y silbando entre los muros y los techos de lámina.
Mucha cena, mucho té de coca.
A la mañana
siguiente salimos temprano, se nos cruzó un hato de llamas guiado por su
pastora. Luego el desierto de las rocas, 20 minutos y a seguir, breve parada para
ver el volcán Licancabur (que se comparte con Chile). Finalmente llegamos a las lagunas
trasandinas, algunos flamencos menos que los que vi la vez anterior, también el
agua parece tener menos nivel y hay mucho más afloraciones de Borax. Me fui por
ahí a explorar unas construcciones viejas, siempre las casas abandonadas me han
llamado la atención desde que era niño.
Seguimos
por estos desiertos andinos, se atraviesa una solitaria ñuma
(Pterocnemiapennata) una especie de ñandú menor, unos Tinamús del atacama. El
desierto parece interminable, con rocas
cuadradas esparcidas por aquí y por allá, la perspectiva juega bromas y
las distancias se distorsionan, de vez en cuando el paisaje se ve quebrado por
algunos grupos de vicuñas, yo fantaseo que detrás de alguna roca se esconde un
“stormtrooper” de la guerra de las galaxias. En una de las lagunas nos
apostamos a comer, mientras el guía prepara la refección, nosotros salimos a
tomar fotos de algún ave acuática, el viento no perdona y al poco rato debemos
refugiarnos. Yo subo a una roca y lo contemplo tan inmenso y desolado, una
vicuña vaga por ahí. Pensábamos hacer un tributo a los 43 chicos de Ayotzinapa
con las piedras del desierto, pero alguien se nos había adelantado, es lindo
saber que existe la conciencia.
Seguimos y
llegamos a la “Laguna Colorada” a las vísperas de la reserva Eduardo Avaroa. La
laguna atiborrada de crustáceos se pinta de magentas carotenoides que los
flamencos (las 3 especies que hay acá) pastan parsimoniosamente. También hay
gaviotas, Avocetas andinas, algunos patos andinos y en los bordes canasteros y
jilgueros de los andes. Entramos al parque $75 bol x persona, uff… …hace seis años costaba 10 bolivianos!
Llegamos al área de acampada de la compañía, nos toca un cuarto de piedra, al rato
nos llaman al comedor, hay mate de coca, galletas y alguna otra cosa de comer,
en las paredes hay un cartel en varios idiomas sobre un chico chileno de
apellido inglés, perdido entre Uyuni y Atacama hacía cosa más de un mes.
Ilusamente decidimos ir al extremo de la laguna rosada que nos quedaba cerca,
caminamos dos horas y en el camino nos encontramos con otras tres personas que
lo intentaron y tampoco lo lograron, nuevamente la perspectiva nos jugaba una
mala pasada. Al regreso el sol ya se había ocultado y el viento comenzó a
ponerse helado y con una mano intentaba agarrarme el sombrero, el viento se
colaba entre los huecos de la chaqueta y me enfriaba, me tapé el pecho con el
sombrero, pero la mano se iba poniendo azul de frío, tenía que intercambiarla
constantemente. Al final llegamos al campamento casi a tiempo para la cena, en
la noche las estrellas tapizaban el cielo, casi no había espacio para otra luz,
sin un trípode no pude obtener la foto que deseaba.
Al día
siguiente salimos muy temprano (y muy frío) rumbo a los géiseres, a 5000 metros
de altitud, un paisaje paleozoico. Luego nos movemos a las aguas termales, la
vez anterior no me metí porque quise sacar fotos de las aves y el frío era
demasiado. Ahora no lo iba a dejar pasar. Metido en una poza termal atiborrada
de chicas chilenas, argentinas y europeas, uff… …por cierto, como no traía ropa, me metí
desnudo y al salir los bañistas me vitoreaban, no sé si por el valor de meterme
desnudo o por el valor de aguantar el frío externo, una japonesa me sacó una serie de fotos hasta
que me vestí por completo. A las 10:30 debíamos salir de ahí, porque nos íbamos
rumbo a la frontera con Chile.
Llegamos,
fuimos de los primeros en la fila, ya traíamos el boleto del transporte que nos
llevaría hasta San Pedro de Atacama. Sellamos rápidamente los pasaportes y
hasta pronto Bolivia!
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