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Entrando al Ecuador pasada la media noche |
Al
despedirnos del Perú, viajamos toda la noche, en la aduana de entrada al
Ecuador nos detuvimos un montón de tiempo en lo que los oficiales revisaban el
material que la gente transportaba. Tuvimos que bajarnos, amodorrados y esperar
afuera, porque dentro no había aire acondicionado y el bochorno incomodaba. Un
letrero enorme nos indicaba que entrábamos al país ecuatoriano.
Finalmente
nos subimos y seguimos avanzando toda la noche. Muy tempranito llegamos a Loja,
nuestro destino temporal. Nos dijeron que era un lugar interesante, pero la
mañana era nublada y lluviosa, no sabíamos si dejar las maletas y salir a
conocer o tomar otro autobús que nos llevara más allá. Entre los anuncios vi un
nombre, Vilcabamba el valle de la
gente centenaria. La primera vez que leí sobre este lugar tendría unos diez u
once años y desde entonces me llamó la atención, infelizmente el clima y el
presupuesto nos hicieron decidir seguir hacia el norte. Pero juro que de haber
algo de sol habríamos ido al valle de Vilcabamba, ahora pienso que debimos
haber ido. No es muy lejos, y el pasaje está en unos 6 dólares por persona.
Finalmente
decidimos movernos rápido y compramos unos boletos hacia Cuenca y en menos de
una hora estábamos despidiéndonos de Loja. La estrecha carretera sumamente
sinuosa serpenteaba entre los andes, que cubiertos de neblina y llovizna se
antojaban peligrosos, afortunadamente no pasó nada. En cada parada subía y
bajaba gente, la mayoría con rasgos indígenas, un poco diferentes de los
andinos del Perú, todos, hombres y mujeres muy bajitos, con unas densas matas
de pelo trenzado que llegaba casi hasta la cintura, me parecían gente
pintoresca y bien parecida. 213 kilómetros y casi cuatro horas de viaje duró el
recorrido.
Llegamos
a la terminal y me tocó ir a encontrar un lugar donde quedarnos, fui a buscar por
unas callecitas cercanas, y los hoteles más baratos parecían más bien moteles
donde las prostitutas trabajan, estaban limpios sí, pero afuera estaban las
prostitutas y eso me hizo dudar.
Al
final encontré un lugarcito decente y a buen precio, con buena vista. Dejamos
las cosas y salimos a andar las calles. Santa Ana de los Rios de Cuenca, es una
ciudad patrimonio de la humanidad y de verdad que merece ese título (dado por
la UNESCO en 1999), dicen que ya era una región habitada ocho mil años antes de
la era común, pero de eso poco queda. En la actualidad es la capital de la
provincia de Azuay y tiene un cuarto de millón de habitantes y está a 2550
metros sobre el nivel del mar.
Como
punto central tiene el Parque Abdon Calderón que tiene unos árboles
antiquísimos, llenos de musgo, muy propios de los bosques de niebla. Al sur de
este se yerguen las cúpulas de la catedral de la inmaculada concepción, una
maravilla arquitectónica. En el parque deambulan los vendedores y los amantes
sentados se intercambias sonrisas y promesas. En las callecillas aledañas al
parque nos encontramos con una feria de confitería y panes regionales, todo un
festín para el olfato, la vista y el paladar.
Sorteando
ligeros chubascos seguimos hasta el mercado de San Francisco, había cosas
interesantes, pero nada que nos hiciera falta. En esta ciudad el clima suele
ser muy benigno, así que nos tocó un poco de mala suerte con esto de la lluvia,
no obstante se veía linda y transmitía una sensación de tranquilidad que he
tenido en pocos lugares.
Seguimos
bajando por la calle de Padre Aguirre y llegamos a la rivereña conocida como la
Calle Larga, desde ahí se contempla el rio
Tomebamba , un arroyo de montaña que
corre ligero y parte a la ciudad. La vista es simplemente encantadora, pienso
que me gustaría vivir aquí, al menos por un tiempo.
Anduvimos
por la calle larga y entramos al museo de las culturas indígenas, llegamos
hasta el puente roto y de ahí decidimos volver. Antes decidimos seguir
observando el río, en sus márgenes cubiertas de césped, las parejitas se hacen
cariños mientras los pajaritos mosqueros vuelan nerviosos voyeristas, nada
parece importarles.
La
tarde comenzaba a adueñarse de la ciudad y la luz se hacía cada vez más tenue,
decidimos volver al centro. De nuevo en la plaza Calderón, los vendedores, los
transeúntes y algunos hippies que dicen vivir aquí por más de dos años. Es que
de verdad que esta ciudad encanta. Personalmente me habría gustado quedarme,
pero me han dicho que es complicado obtener el permiso para pintar en el suelo
y encima el clima no ayuda, por lo tanto decidimos seguir. Volvimos caminando
al hotel y en el camino compramos algo para cocinar.
Al
día siguiente, igual el clima lluvioso y frío, decidimos salir temprano con
rumbo de Guayaquil.
El
Camino hasta Guayaquil es de casi 200 kilómetros, que por la lluvia y el tipo
de carretera se hizo en algo así como cuatro horas. De la montaña pasamos al
nivel del mar, con todos los ecosistemas correspondientes, por sí mismo este
viaje vale la pena para deleitar la pupila. Casi saliendo de Cuenca, pasamos
por el parque “Cajas” el cual infelizmente no pudimos visitar. En el camino se
subió un colombiano que se aventó un discurso sobre una fayuca que vendía que
había traído de Venezuela pero que el comprador ecuatoriano le había fallado,
etc… ...el caso es que comenzó a vender relojes y
celulares como pan caliente.
Apenas
llegar a Guayaquil debimos despojarnos de las ropas de invierno. Esta es la
segunda ciudad más grande de Ecuador y la más poblada con casi tres millones de
habitantes. Queríamos ir a las playas y estuvimos preguntando en las oficinas
de autobuses, al parecer era algo caro y ya era un poco tarde, revisamos los
bolsillos y decidimos mejor salir a conocer la ciudad.
Con
maletas tomamos un camión urbano que tardó como una hora y media en llevarnos
al centro, el tráfico asqueroso y la ciudad no era nada impresionante. Cuando
llegamos al centro nos dimos cuenta que en realidad no tenía gran atractivo,
era como el de cualquier ciudad mediana de México, pero sin arquitectura
vistosa, ni siquiera me atreví a sacar la cámara.
Con la billetera haciendo presión, pensamos rápido y elegimos
ahorrarnos el hospedaje e invertirlo en un autobús que toda la noche nos
llevara hasta Quito. Cruzamos el parque centenario y esperamos una ruta que nos
llevara de vuelta a la central, fue toda una tortura encontrar espacio en esos
vagones atiborrados de gente desesperada por volver a casa y nosotros con las
pesadas maletas a cuestas. Cuando finalmente lo logramos, debimos soportar a
pie y con 18kg en la espalda otra hora y 15 minutos hasta la terminal. Compramos
el boleto, cenamos algo (la terminal está pegada a un centro comercial) y a las
10 de la noche abordamos el autobús a Quito, chau Guayaquil, será en otra
ocasión.
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Plaza Abdon Calderón |
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La Catedral de la Inmaculada Concepción |
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Plaza de San Francisco |
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Desde la Plaza de San Francisco |
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Rio Tomebamba que corta la ciudad |
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Museo de las artes indígenas |
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Restos de las primeras edificaciones españolas en la ciudad |
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Vista desde el puente roto |
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El amor a las márgenes del Tomebamba |
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Postal de la Calle Larga |
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Papelógrafo Público |
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Parque Nacional Cajas |
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Ya casi llegando a Guayaquil |
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