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domingo, 7 de junio de 2015

Valdivia; austral paraíso entre ríos

Malecón de Valdivia desde el puente.

Nombrada así en honor del conquistador Pedro de Valdivia, ciudad fundada en 1552, enclavada en el sur de Chile, en la región de los Ríos. Una ciudad limpia y ordenada que más bien parece un pueblo alemán enclavado en Latinoamérica. Es tan linda que yo podría vivir aquí.

La ciudad no es muy grande (menos de 200mil habitantes) pero conserva uno de los mejores “niveles de vida” de Chile. Las calles con sus casas de madera, con techos de caída altísima. Limpia en general, ordenada, con un tráfico que parece no atascarse nunca. Hay varios parques y en general la ciudad es muy verde, como llegamos en otoño se comienza a pintar de tonos ocres y amarillos.
Hay una serie de ríos que la conectan con el mar, el principal el río Valdivia. En realidad el área parece un delta con cerros enormes verdes de pinos (plantados artificialmente).
Al llegar Edgar y yo salimos a buscar hospedaje, la mayoría eran bastante caros para nuestro presupuesto, pero después de tanto andar encontramos uno a la medida. Seguimos compartiendo cuarto los 4, pero al menos es un cuarto bonito de madera, con agua caliente y en un segundo piso donde se podía ver gran parte de la ciudad. Por esa ventana espiaba a los vecinos, con todas esas personas rubias y casas de madera, sentía que estaba en una película de la cineteca.
Salimos a caminar y llegamos al malecón y justo donde se une al mercado de peces, conocimos a Lucinda, una colombiana radicada hace pocos años en la ciudad, muy amable nos explicó un poco de la movida Valdiviense. En ese mismo malecón nos llamó la atención un rugido, bajamos unos escalones y descubrimos un enorme elefante marino dormitando al lado de donde los pescadores tiran los desechos de su venta.

Comenzó a hacer algo de frío y decidimos remontar a “casa”. Al día siguiente amaneció el cielo cayéndose sobre la ciudad, enormes cúmulos grises se desenrollaban en todo el horizonte. Un tanto desesperanzados esperamos a que bajara la lluvia y cuando lo hizo un poco salimos a caminar. Encontramos el mercado de peces en todo su esplendor, una cantidad de peces que daba gusto ver. Entre las maravillas del mercado encontramos que el salmón estaba a 3000 pesos chilenos el kg (U$ 5). Compramos un poco para cenar más tarde. Fuimos al parque de la Isla Teja donde hay varios museos, casonas viejas que encierran mucha nostalgia.

El día siguiente, soleado y hermoso lo ocupamos en ir al Jardín Botánico de la Universidad Austral de Valdivia, un área boscosa poblada de árboles de diferentes especies nativas. Sin duda uno de los parques más bonitos que he visitado. Luego decidimos ir a la playa de Niebla, pero primero hicimos una parada en la feria costumbrista, que por cierto denota la fuerte influencia alemana de la ciudad. Entre tragos de chicha, churrasco y empanadas, bebimos unos tarros de cerveza artesanal a salud del compa Humberto Montoya que disparó las cheves ese día. Una vendedora al sabernos mexicanos insistía que debíamos subir al escenario y cantar algo, si supiera que yo no canto ni con Tehuacán.

Ahora sí, con las barrigas llenas y un tanto eufóricos por el alcohol nos dirigimos a la playa, que es una playa cortita con un mar un tanto violento. Un grupito de delfines iban y venía bordeando la playa, ahí un tipo que estaba con su familia, un poco borracho ya, se sentía feliz de ver un mexicano por primera vez en su vida, nos invitó algo de alcohol. En la tarde volvimos a la ciudad.
A la mañana siguiente nos despedimos de Valdivia no sin cierto dolor en el pecho.

Malecón Valdiviano

Lamentable placa en la avenida principal de la ciudad



Vecino valdiviano limpiando el desagüe





Costumbres de enamorados



Desde el otro lado del rio

Mercado de Valdivia


Paseando en el Jardin Botánico


Milenaria araucaria

Feria costumbrista

Playas de Niebla


Sun wields mercy

Chileno muy amable!


Durmiendo la Loba

Los reyes del malecón valdiviano

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