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Malecón de Valdivia desde el puente. |
Nombrada
así en honor del conquistador Pedro de Valdivia, ciudad fundada en 1552, enclavada en el sur de
Chile, en la región de los Ríos. Una ciudad limpia y ordenada que más bien
parece un pueblo alemán enclavado en Latinoamérica. Es tan linda que yo podría
vivir aquí.
La ciudad
no es muy grande (menos de 200mil habitantes) pero conserva uno de los mejores
“niveles de vida” de Chile. Las calles con sus casas de madera, con techos de
caída altísima. Limpia en general, ordenada, con un tráfico que parece no
atascarse nunca. Hay varios parques y en general la ciudad es muy verde, como
llegamos en otoño se comienza a pintar de tonos ocres y amarillos.
Hay una
serie de ríos que la conectan con el mar, el principal el río Valdivia. En
realidad el área parece un delta con cerros enormes verdes de pinos (plantados
artificialmente).
Al llegar
Edgar y yo salimos a buscar hospedaje, la mayoría eran bastante caros para
nuestro presupuesto, pero después de tanto andar encontramos uno a la medida.
Seguimos compartiendo cuarto los 4, pero al menos es un cuarto bonito de
madera, con agua caliente y en un segundo piso donde se podía ver gran parte de
la ciudad. Por esa ventana espiaba a los vecinos, con todas esas personas
rubias y casas de madera, sentía que estaba en una película de la cineteca.
Salimos a
caminar y llegamos al malecón y justo donde se une al mercado de peces,
conocimos a Lucinda, una colombiana radicada hace pocos años en la ciudad, muy
amable nos explicó un poco de la movida Valdiviense. En ese mismo malecón nos
llamó la atención un rugido, bajamos unos escalones y descubrimos un enorme
elefante marino dormitando al lado de donde los pescadores tiran los desechos
de su venta.
Comenzó a
hacer algo de frío y decidimos remontar a “casa”. Al día siguiente amaneció el
cielo cayéndose sobre la ciudad, enormes cúmulos grises se desenrollaban en todo el
horizonte. Un tanto desesperanzados esperamos a que bajara la lluvia y cuando lo hizo un poco salimos a caminar. Encontramos el mercado de peces en todo su
esplendor, una cantidad de peces que daba gusto ver. Entre las maravillas del
mercado encontramos que el salmón estaba a 3000 pesos chilenos el kg (U$ 5).
Compramos un poco para cenar más tarde. Fuimos al parque de la Isla Teja donde hay varios
museos, casonas viejas que encierran mucha nostalgia.
El día
siguiente, soleado y hermoso lo ocupamos en ir al Jardín Botánico de la
Universidad Austral de Valdivia, un área boscosa poblada de árboles de diferentes
especies nativas. Sin duda uno de los parques más bonitos que he visitado.
Luego decidimos ir a la playa de Niebla, pero primero hicimos una parada en la
feria costumbrista, que por cierto denota la fuerte influencia alemana de la
ciudad. Entre tragos de chicha, churrasco y empanadas, bebimos unos tarros de
cerveza artesanal a salud del compa Humberto Montoya que disparó las cheves ese
día. Una vendedora al sabernos mexicanos insistía que debíamos subir al
escenario y cantar algo, si supiera que yo no canto ni con Tehuacán.
Ahora sí,
con las barrigas llenas y un tanto eufóricos por el alcohol nos dirigimos a la
playa, que es una playa cortita con un mar un tanto violento. Un grupito de
delfines iban y venía bordeando la playa, ahí un tipo que estaba con su
familia, un poco borracho ya, se sentía feliz de ver un mexicano por primera
vez en su vida, nos invitó algo de alcohol. En la tarde volvimos a la ciudad.
A la mañana siguiente nos despedimos de Valdivia
no sin cierto dolor en el pecho.
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Malecón Valdiviano |
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Lamentable placa en la avenida principal de la ciudad |
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Vecino valdiviano limpiando el desagüe |
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Costumbres de enamorados |
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Desde el otro lado del rio |
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Mercado de Valdivia |
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Paseando en el Jardin Botánico |
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Milenaria araucaria |
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Feria costumbrista |
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Playas de Niebla |
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Sun wields mercy |
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Chileno muy amable! |
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Durmiendo la Loba |
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Los reyes del malecón valdiviano |
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